miércoles, 29 de julio de 2009

Qué felices, qué caras más tristes.

En un bar oscuro, mal ventilado y con música a decibelios tan altos que superan con creces lo permitido por la ley, se congregan cada fin de semana los mismos crápulas nocturnos, vampiros emocionales y posmodernos que siguen la máxima de “cuanto mas underground, más cool”, que comparten la misma pasión por la decadencia y las malas compañías a partes iguales. El trance más psicodélico se emite a través de los enormes bafles acompasados por los movimientos de cabeza del DJ residente de turno y que parece no envejecer nunca.

Sus caras sonríen y sus cuerpos bailan como pueden y como su estado les permite, aparentemente todos son felices, todos son estupendos y, por qué no, tal vez se crean inmortales, vividores del momento que piensan que perdurará eternamente.


Sin embargo, no todos son tan felices como aparentan. Bajo su media sonrisa, Joan mira de reojo a Clara, que tras haberle rechazado en los lavabos se ha puesto a bailar con Raúl, preguntándose que coño tendrá ese yonki de pacotilla que apenas se tiene en pie para que la vuelva tan loca, a su vez Raúl, sonríe porque piensa que se encuentra en Oz y que está jugando una partida de Scrabble con Totó y que éste, por increíble que parezca le va ganando, mientras agita sus manos hacia el techo y se mueve como un espectro.


Casi de una patada entra Andrés que tras discutir durante cuarenta minutos por el móvil con Rosa, su pareja, va directamente hacia la zona de los sofás donde Antonio, Pilar y Leire están sentados alrededor de una pequeña mesa de cristal en la que están volcados sobre una bandeja de metal un par de gramos de coca, dos tarjetas de crédito de La Caixa y un turulo metálico.


Andrés se sienta casi de un salto en el puf rojo y sin mediar palabra coge las tarjetas de crédito y aparta un montón del todo. “Hazme una” dicen los tres al instante, impulsados por un resorte gigante de marca Acme.

Echa un vistazo rápido los tres y sonríe a pesar del cabreo que lleva. “¿Tienen hambre los niños?” Y aparta otro montón un poco mas grande del todo, que amenaza con desaparecer en dos o tres sentadas mas.

  • Hazte también un chino. Dice Antonio

  • ¿Algo más querrán los marqueses?

  • ¿Una masaje en los pies? pregunta Leire con tono zalamero, quitándose las sandalias y poniéndole los pies sobre las rodillas de Andrés que los quita inmediatamente de un manotazo.

  • Dejalo que está de mala leche. No ves que se ha pegado mas de media hora discutiendo con la novia.

Pilar conoce a Andrés desde hace tanto que conoce cada gesto de los muchos motivos por los que se enfada a lo largo del día y previene a Leire para que no siga con la broma y la cosa pase a mayores.


En cuestión de dos movimientos ágiles de manos, Andrés prepara las cuatro rayas, se mete su parte correspondiente y se levanta de un salto.

  • ¿Y el chino?, pregunta con fastidio Antonio.

  • El chino te lo haces tú.

  • Anda hijo, pero que borde que eres... que estés puteado no significa que nos tengas que joder la noche a los demás.


Andrés mira a Leire con rabia, durante un momento duda en si mandarla a la mierda y provocar una discusión con ella durante el resto de la noche o por volver a salir a la calle y llamar de nuevo a Rosa para ver si llegan a alguna conclusión. Finalmente opta por la segunda y sale escopeteado por la puerta.


Leire, seguida por Pilar, seguido por Antonio, esnifan sus respectivas rayas y vuelven a acomodarse en el sillón. Antonio mira con rabia el montón. Después de dos días de fiesta y una cantidad criminal de rayas, lo que más le apetece en el mundo, lo único que necesita en este momento, su necesidad vital, su deseo, su agonía su angustia es estar tumbado y seguir el ritmo de los bajos que acompasan su frenético corazón mientras saborea la cocaína bajar por su garganta aspirando las caladas del chino, eso es lo único que necesita y le fastidia volver a comenzar el ritual...da un largo suspiro y vuelve a incorporarse en su posición, coge una tarjeta y una punta de coca que extiende en una linea, toma un cigarrillo del paquete de Marlboro que tiene en su bolsillo derecho y lo humedece con la lengua desde la punta hasta las correspondientes letras.

Aplasta suavemente el cigarrillo por la parte húmeda y luego lo calienta un poco todo con el mechero, hasta que el conjunto queda unido y seco. Lo enciende y se vuelve recostar en el sofá. Emitiendo un largo suspiro de alivio y volviendo a sonreír.


Raúl, con los ojos cerrados, pasa junto a la mesa, Pilar se da la vuelta lo coge del brazo y le hace sentar en el sillón junto a ella. Éste, sin percatarse del cambio de emplazamiento sigue con la partida, apunto de ganar a Totó.


  • ¿Dónde estás cariño?

  • Siguiendo el camino de baldosas amarillas.- Responde Raúl abriendo los ojos de par en par cuando termina la frase y mirándolos a todos con asombro, tardando un segundo en reconocer quién cojones es toda esa gente. Acto seguido, empieza a reír a carcajadas dándose palmadas en la pierna. - ¡Estaba jugando al Scrabble con Totó!

  • Uf, vaya como va este. ¿Que te has metido hijo? ¿Tienes más?, pregunta Antonio con ansia, volviendo a incorporarse de un salto.

  • Tripis, un par y setas, creo. Aunque no estoy seguro del todo, a lo mejor era una lata de champiñones que estaba por ahí....


Antonio se vuelve a recostar, Leire asume el papel de Andrés y comienza a apartar rayas.


  • ¿Tu quieres nene?, pregunta a Raúl, que afirma con la cabeza y le da un pico a Leire en señal de agradecimiento.

  • Y un chinico para mi otro niño.

  • Como me conoces guapa.


En ese momento aparece Antonio con la cara más aliviada, mostrando media sonrisa. Se sienta junto a Leire y le pide con un gesto que le haga una.


  • Ahora no, por borde.

  • ¿Y si te hago un masaje en los pies?

  • Eso es otra cosa.

Leire sonríe complacida y, tras darle un beso en la mejilla a Antonio, aparta una línea más. Una vez terminadas, todos absorben por turnos como si de aspiradoras de la mas alta tecnología se tratase sus saturadas fosas nasales.


  • Alerta general, esto se acaba.- Informa nervioso Antonio.

  • Pues habrá que ir a por más. ¿Quién se apunta?

  • Uf, que palo, la cosa es que me apetece más pero me da mucho palo moverme. Por cierto, ¿ habéis hecho las paces tú amor y tú?, pregunta Pilar sabiendo la respuesta.

  • Lo hemos dejado en empate técnico, mañana cuando llegue de currar iremos a por el segundo asalto. Responde de mejor humor Andrés.

  • Es que tiene delito que la pobre curre mañana y tú estés aquí metiéndote rayas sin parar, yonki, que eres un yonki.... - dice Antonio señalando con dedo indice acusador – Entonces que, ¿vamos a por mas?

  • Venga me apunto, dice Leire levantándose de un salto que le hace perder el equilibrio y volver a sentarse otra vez.

  • Yo también voy.

  • Pues os dejamos solos parejita.

Mientras Antonio termina la frase se prepara cinco rayas pequeñas acabando con los suministros y lamiendo el envoltorio de plástico en la que los mismos se encontraban. Aspersión por los quintillizos viciosos en abrir y cerrar de ojos. A los pocos minutos se despiden de Pilar y Raúl que siguen sentados en el sofá. Éste, la mira a los ojos y pregunta:


  • Bueno Dorothy, ¿quieres venir con el señor de hojalata al maravilloso mundo de Oz? - Mostrando un pequeño trozo de cartón cuadrado que acerca suntuosamente hacia la boca de Pilar, que separa lentamente los labios y saca la punta de su lengua. Raúl deposita el tripi y acto seguido comienzan a besarse apasionadamente.

Clara, de pie, en la retaguardia mira la escena con rabia. Se da la vuelta y sale del local dando un portazo dejando una estela invisible de su cuerpo. Joan va detrás para consolarla y tratar de hacerle ver que ese tipejo no se la merece y, tal vez, insinuarle que a ella le conviene alguien como él.


Andrés, Leire y Antonio, salen de un portal absorbiendo por la nariz, caminan por la calle dirección al bar con los bolsillos cargados de nieve.

martes, 28 de julio de 2009

El misterioso caso del cacahuete radiactivo


¿Que ocurriría si partiéramos un solo átomo de este cacahuete?