martes, 23 de febrero de 2010

Jippi Joe y la hoja en blanco.

Jippi Joe puede hacerlo. Jippi Joe está delante de una hoja en blanco y sabe que puede hacerlo. Recuerda una redacción que hizo en el colegio, un cuento de apenas dos páginas. Hablaba del destino, de sueños premonitorios, y se llamaba “Sueños cruzados”. Recordaba el título y que era realmente malo pero que había hecho algo, había ideado algo y lo había escrito. Jippi Joe podía repetir eso; quería repetir eso. Sabía que había algo en su interior revolviéndose. Jippi Joe mira la hoja en blanco y sufre una amarga mimetización con ella, su mente se volvía blanca, como él se imaginaba la nada, aunque al ser la nada carente de toda cosa debería ser algo así como negra, pero el se la imaginaba blanca, como su cabeza, como la hoja. Él sabía que había algo dentro pero intentar buscarlo era como intentar mirar fijamente las manchas de los bordes de los ojos, esas que se escapan una y otra vez. Jippi Joe tiene 19, y como cualquier chico de esa edad si se lo propone aún tiene algo que decir, por muy idiota que sea. Como aquellos poemas que escribió a los 16 para una chica, eran simples, empalagosos y super-edulcorados pero, aún así, se destilaba el poso de algo escrito con las entrañas, con el corazón, con el alma, con la loca rebeldía romántica de la adolescencia, y a los 19 aún quedaba algo de todo eso. Así Jippi Joe vuelve de la nevera con una cerveza de las que su padre reservaba para los domingos y se sienta frente a la hoja en blanco. La dejó pringada tras vomitar algo de su alma juvenil en ella.

Jippi Joe está autocompadeciendose. Jippi Joe está delante de una hoja en blanco. Autocompadecerse es una palabra como fuegos artificiales, mucho ruido y al final, solo humo. ¿No es acaso lo mismo decir compadecerse? No sé, no soy lingüista. Jippi Joe está a un mes y 14 días de cumplir los 30. Jippi Joe está desnudo delante de la hoja en blanco. Bebe Vodka 7 como su autor favorito y se escuda en algo que leyó en uno de sus libros “Nadie con menos de 30 tiene nada que aportar a la literatura” o algo así. Así está Jippi Joe cuando recuerda a esa profesora que creía que hay que alentar a todos los alumnos, decirles a todos y cada uno de ellos que son especiales. El que quiere puede y tu quieres y puedes. ¿Por qué si quería y podía no era capaz de ver las manchas en los arrabales de sus ojos? Todo era estúpido y absurdo. ¿Absurdo? Algo sobre lo que escribir. Y Jippi Joe desnudo y borracho escribe.

Jippi Joe tiene 64 y medio. Ha llegado lejos. Gracias al tirón de su novela "¿Absurdo? Con dos hielos", Jippi joe ha conseguido ir tirando a base de relatos y artículos en diferentes revistas aparte de coloquios, charlas y debates que se repartieron lo suficiente para no morir de hambre en estos años. Jippi Joe está delante de una hoja en blanco y todo lo que puede pensar es en la noche en que la conoció. Hace tanto tiempo que se fue que casi no puede recordar lo que era dormir abrazado a ella pero aquel olor, aquella boca devorándolo y siendo devorada, aquella mirada antes, en la presentación de su libro, y aquel vestido corto. Jippi Joe no recuerda el día en que se fue, no recuerda nada de aquel día excepto el ruido del portazo. Jippi Joe no se extraña de que se fuera. Jippi Joe sabe que no le queda mucho ni le queda nada. Jippi Joe fuma un cigarrillo mientras mira la hoja en blanco y recuerda algo que le dijo alguien alguna vez: lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. Jippi Joe no se preocupa, no podía pero quiso y mira la hoja en blanco con una sonrisa amarga. Solo queda el testamento y ya no tiene edad de merecer así que no va a andarse con rodeos. Jippi Joe mira fijamente la hoja en blanco mientras apaga el cigarrillo en el cenicero. Jippi Joe da un trago al Vodka 7 y enciende otro cigarrillo mientras sigue mirando fijamente la hoja en blanco. Jippi Joe da una calada bien profunda al cigarrillo y se enfrenta por última vez a la hoja en blanco.

Mr. J.J. White

viernes, 20 de noviembre de 2009

No l’havia sorprès gents aquella situació, per això anava tant equipada per estar sola. Li havia faltat un àcid. Millor, així l’endemà aniria a la fira ARCO de madrid, on es trobava en aquells moments. Però tampoc s’havia quedat curta, un bonic mig litre de Franziscanner, unes voll-damms i una ampolla de cava. ¿Alcoholisme? MAI! Es preguntava quina era la diferència entre pillar-se un munt d’alcohol per passar una nit sola a un hotel de madrid o tenir una preocupant dependència a les begudes alcohòliques. Era preocupant el fet de ni plantejar-se sortir a la nit sense beure al menys 3 o 4 voll-damms? Realment formava part d’una generació d’alcohòlics? D’adictes? Drogues, alcohol, festa, afters, raves, autodestrucció… Però ella es preguntava… en quina aparició divina es van donar les lleis que marquen que allò antinatural, incorrecte, negatiu, és tot allò que considerem actualment com a tal? Hi hauria gent que contestaria que l’alcoholisme i les drogues son dolentes perquè ataquen la nostra persona. És possible, i és, que es negatiu pel funcionament físic de l’ésser humà, però què passava amb allò positiu per la ment, LA MENT, allò que ens fa diferents a la resta d’animals, allò que tant apreciem amb el conegut “cultiva tu mente”… doncs… perquè aquesta societat havia decidit deixar en plà secundari, o últim allò que en part és positiu per la nostra ment? En quin moment ha deixat de ser important l’art? Quan s’ha oblidat el món de la importància de la cultura, dels coneixements més enllà de la realitat cotidiana que ens ve implantada? Què ha passat amb la nostra essència, amb la vertadera visió de la nostre ànima? Quin va ser el moment en el que es van començar a posar barreres perquè la gent s’oblidés d’anar més enllà? Fins a quin punt allò antinatural no és el simple fet de reprimir els nostres impulsos més primitius, aquells que venen donats pel nostre interior més profund?

No parem de crear, de construir, l’objectiu principal dels homes es ser útil i necessàri desarrotllant algun tipus de tasca, servei, crear objectes, fàrmacs, noves formes de pensar, escriure un llibre, grabar un cd, fer una pel·lícula, descobrir el perquè de tot el que encara no te una explicació, pintar un quadre… Llavors s’imaginava un lleó, un lleó gran que viu en mig de la sabana africana. El lleó, mentre menja, dorm, es reprodueix i poc més, no està intentant fer res ni demostrar res, tant sols es útil al món per a la seva existència. Una mosca, el món canviarà si està donant-se cops indefinidament contra un vidre fins que es mori de tontisme? Llavors, nosaltres els essers humans, no som necessàris pel simple fet d’existir? Si un home neix en un lloc remot del mont i creix entre els animals a lo mogli, ja no es útil? Es un desfet humà perquè no ha fet res útil per la societat? I si ara imaginem un munt d’éssers humans naixent al mateix lloc? L’únic que s’em acut es que allò que poden aportar amb intensió, es perjudicial segur per la resta d’elements de la naturalesa. ¿La naturalesa es sabia? ERROR, si ho fós, creieu que ens hauria fet intel·ligents perquè comencessim a fer tot el que em fet? I si realment és sabia, crear-nos amb la qualitat de pensar es totalment una estratègia suicida. LA NATURALESA TÉ UNS CLARS INSTINTS SUICIDES. Llavors, salvar-la està sent una tortura per a ella mentre nosaltres creiem que fer-la durar es lo positiu.

I finalment, el simple fet d’existir es el que ens fa éssers vius, éssers dignes de viure a la terra i que realment el que hauriem de fer es el que ens vingués en gana, beu, droga’t, fes el que vulguis, no escoltis res del que et diguin, si vols morir jove: mor jove, tenim tot el dret, la resta es tot una farsa que et durà a la mort. Fagis el que fagis estas condemnat i no busquis perquè no hi ha cap resposta més.

'La femme du blog'
...o em podeu dir també Catherine o Isabelle

martes, 3 de noviembre de 2009

Yupiland S.L.

Esa mañana tenía que despertarme a las ocho y media para arreglarme e ir a una entrevista de trabajo en una multinacional que apestaba a corrupción en su solo nombre acabado en S.A (¿o era SS quizá?). No hubo necesidad de despertarse ya que no conseguí pegar ojo en toda la noche, el diente se había caído y ya no estaba en su correspondiente cordón.
Lo misterioso del asunto era que la cuerda seguía intacta alrededor de mi cuello, pero el diente había desaparecido, ¿se había picado con el paso de los años? ¿tendría que haberlo cepillado con mas frecuencia?
Me quedo bloqueado en un pensamiento espiralítico que gira en torno a cordones, cuellos y dientes podridos-perdidos.
Mi cuerpo activa el modo ON y el robot se afeitaba solo, mientras el autentico Yo (o lo que quedaba de él) daba vueltas en los mundos de Yupi pensando en un absurdo amuleto perdido y que por una razón u otra había conservado desde la niñez, cosecha de mi propia remesa de dientes de leche (de RAM señora, por supuesto)

El Otro se ha preparado el desayuno, el autentico yo grita desesperadamente en un rincón por la perdida del diente, que no representa la perdida de un objeto, representa la perdida de un ritual, de una serie de gestos que al cabo del día sirven de refugio ante unas relaciones sociales que se tornan extrañamente hostiles y fuera de lugar. Tocar el diente representaba un bunker entero con comida para cuarenta años al margen de todos esos gritos y cláxones de coches por la mañana.

Ha lavado el plato, el cuchillo,la taza y la cafetera del desayuno, el que esta dentro del limbo de pensamientos, no para de girar el dedo indice alrededor de un colgante del que no cuelga nada y ese vacío le hace girar el dedo con mas intensidad.

Ya se da los últimos retoques al peinado frente al espejo y sale por la puerta dirección al metro, el otro desanda el camino que recorrió el día anterior, desordenando archivos y archivos de recuerdos apilados en carpetas multicolor.

Llega a la oficina diez minutos antes de lo previsto, apretón fuerte de manos “Pues mira ya que estas aquí empezamos antes, me gusta la gente puntual”. El Otro ha causado buena impresión.
Me centro de nuevo en pilas y pilas de papeles con recuerdos garabateados y dejo que el Otro siga conversando con el tipo de la corbata.

De nuevo un apretón de manos, ahora a modo de despedida, un poco mas informal incluso con una bromita jocosa que el Otro sonríe en el momento adecuado pero que a mi me provoca una arcada en uno de mis rincones más mugrientos de Yupiland S.L.

El Otro llega a casa de nuevo, se pone el pijama y se tira en el sofá. Enciende la tele y ahora me recuesto a su lado, el otro vuelve al OFF y me quedo medio dormido haciendo zapping entre la cara de Jorge Javier Vázquez, Belén Esteban y un documental de la Dos en la que una familia de monos: los bonobos, se pasan la vida fornicando entre ellos y utilizando el sexo como sedante social...entre sueños mezclo la imagen hombres con corbata, Jorge Javier, La Esteban y los monos fornicadores cuando el móvil empieza a vibrar...descuelgo un número oculto y trato de disimular la voz de dormido.

¿Antonio?, dice desde el otro lado una voz de secretaria cincuentona con pinta de llamarse Puri. Mira Antonio, que mañana tienes la segunda entrevista, esta más informal, para aclarar el tema de los turnos que te vayan mejor y para firmar los papeles y esas cosas. ¡Qué esta es una empresa muy seria!

Dice la señora Puri sin apenas respirar y tan solo dejándome responderle un gra..gracias con un hillillo de voz incrédulo.

Me hecho las manos a la cabeza y respiro aliviado, dejo caer los brazos pesadamente y los dedos que se meten entre la ranura izquierda del sofá palpan la superficie puntiaguda de un colmillo.

Fandelosbonobos

lunes, 2 de noviembre de 2009

De lo que un hombre normal ha de ser capaz.

Hace tres cervezas que pasé de ser un tipo misterioso e interesante a un idiota sin demasiado que aportar a una noche que se escapa por un sumidero de un lugar extraño al que ni siquiera recuerdo haber llegado. “Otra cerveza”, mientras medito la próxima acción suicida de mi ejercito de enanos barbudos y malhumorados. Ojos de cordero sobre un letrero de neón bastante parecido a mi cara, no entiendo por qué tienen que poner espejos en las barras de bar. Un momento, solo un momento y vuelvo a la mesa de ajedrez del destino del micromundo R-48275923728563. Esta cerveza también corrió demasiado, no como la canción que nunca podré tocar con los dos pies derechos de este zurdo de ideas. Conversaciones banales sobre acciones banales de hormigas tomando el té a la sombra de una bonita lupa.

El final estaba escrito y ya confirmado con mi segundo Jack´s Daniels. Mientras sigo buscando un lugar seguro donde esconderme me fijo en el micromundo de al lado, allí un tipo saca todo su repertorio de frases de películas para adolescentes y gana su partida. Quiero vomitar sobre su flequillo adecuadamente despeinado.

Pienso en el movimiento estrella de la temporada. Debería subirme en la mesa y bailar un zapateado sacando a la chica a bailar; que clientes y camareros tocasen las palmas al compás y el dueño del bar nos casase como en aquella canción. Debería aparecer godzilla y con mis puños desnudos enseñarle a esa lagartija quien es el rey del mundo sin tan siquiera aflojarme el nudo de la corbata. Tal vez solo debería responder a la pregunta que me hace la inflamadora de todos mis males (por este corto periodo de tiempo) en vez de sumar 2 a la puntuación de idiotez. “Perdona, no te escuché, es que me había quedado embelesado con tu bonita mirada”, ahora quiero vomitar sobre mi propio pelo adecuadamente despeinado; pero ella sonríe y yo saco lo más parecido a una sonrisa con guiño que guardo en mi baúl. Pequeña victoria espontáneamente estratégica.

Vomitar en el baño de un bar se convierte en una acción cíclicamente infinita. Más vomitas, más asco te da el lugar donde vomitas y más vomitas. Tengo que focalizar en otras cosas y leo las frases de retrete a ver si se me pasa cuando veo el culmen de la literatura posmoderna “Tonto el que lo lea”. ¡Bang! Quiero dar gracias a Mr. Originalidad por darme fuerzas en estos momentos bajos. Es bonito ver que hay gente más idiota que uno mismo. Limpio en la manga de la chaqueta el último hilillo amarillento que sale del agujero por donde suele entrar el alcohol. Me levanto de un respingo... demasiado rápido... Me vuelvo a levantar con más cuidado y consigo llegar a la mesa donde estaba mientras me enciendo un cigarrillo que cambie mi garganta de sabor-bilis a sabor-ceniza. Mucho mejor, no he caído sobre nadie ni he provocado un incendio.

30 segundos es lo que necesito para ver (entender) lo que pasa frente a mi: justo al lado de Miss Inflamadora el del flequillo adecuadamente despeinado (no yo, el otro) así que solo me queda una cosa por hacer. Ruido de vaso estrellándose contra la pared a escasos centímetros de un flequillo que no me gusta un pelo. Ahora tengo la atención de todo el bar. Guiño a Miss inflamadora y reverencia al público.

No han tenido que echarme porque ya estoy camino de casa con esos dos ojos clavados en mi mente. Mala suerte si el savoir faire no es lo tuyo. En casa la última cerveza y el redtube para que mi ejercito de enanos barbudos y malhumorados se calle. Silencio que necesito dormir.



El sobrino de Jack.

lunes, 10 de agosto de 2009

Raquel se despierta en una habitación desconocida, mira a su alrededor y puede observar una estancia de madera, paredes y suelo, sin ningún mueble mas en la misma que la cama en la que se encuentra, en el suelo; botellas rotas y una cantidad ingente de colillas de cigarrillo. La habitación huele a humo y polvo…cuando Raquel trata de incorporarse, sufre un espasmo de dolor que tiene comienzo en la cabeza y desciende hasta la punta de los dedos… por unos instantes siente que no le llega el oxigeno a la cabeza, el palpitar de la sangre le produce la sensación de que le va a explotar la sien…lanza un alarido rabioso…. ¿qué hace ella allí? vuelve a incorporarse, posa sus pies descalzos en el suelo, vigilando no cortarse con los numerosos trozos de cristal desperdigados por la sala…Raquel camina hasta la única ventana de la habitación, la abre y lo que tiene enfrente es una enorme sala, con paneles de madera pintados como edificios, está en un plato…aun así escucha las olas del mar, una suave brisa refresca su cara y purifica el caldeado aire de la habitación…pierde su mirada en uno de los paneles que tiene enfrente….
- Perfecto Miriam, te ha quedado una actuación excelente, repetimos una más para asegurarnos, ok?
Raquel da un brinco al escuchar la voz que retumba en la habitación, mira para todas partes y en la parte de arriba, donde debería haber un techo, observa cuatro o cinco focos apuntándola directamente y un tipo sentado en una silla con un megáfono….Raquel pierde el equilibrio, da un traspié y la base rota de una botella con una afilada punta en uno de sus extremos va a parar justo en el interior de su talón derecho… ¿Quién es Miriam? ¿Y porque nadie le explica a Raquel que cojones hace allí?

viernes, 7 de agosto de 2009

Es el noveno día consecutivo sin salir de casa, sin cambiarme de ropa y durmiendo en el incomodo sofá del salón, ya que cuando llega la noche, estoy tan fumado que no me puedo ni levantar.

Al abrir los ojos, lo primero que veo desde mi vertical posición, es la bolsa henchida de orgullo y cogollos. Asomando una rama por la única abertura de su hermético envase.

Me entra una arcada, me incorporo y pongo las manos en la boca en forma de “X”, salgo disparado al cuarto de baño, tropezando previamente con latas de cerveza, botellas de vodka y cajas de pizza vacía. Consigo meter la cabeza en el váter y echo la papilla convulsivamente, la frente me gotea sudor, siento una ola de calor desde los mas profundo de mi estomago y al olfatear el aroma del cuarto de baño (meado-mugre) otra gran arcada rezuma de lo mas hondo de mis entrañas y sale en forma de baba transparente y pegajosa. Hace varias semanas que esto me ocurre... procura no pensar en el cáncer, procura no pensar en la enfermedad... Me incorporo dando tumbos y vuelvo al sofá en el que me dejo caer como si fuese un cadáver.

En ese momento llaman al timbre. Ni me molesto en abrir.

Me siento exhausto y el día no ha hecho mas que empezar. Miro la bolsa de reojo sé que si me fumo uno perderé el resto de la tarde pero las arcadas desaparecerán.

No me doy cuenta y ya tengo el porro hecho y me peleo con un mechero Clipper que no quiere encender. Miro a la pared que tengo delante, una gran humedad recorre la cara norte de ésta, al principio comenzó siendo una minúscula mota que ahora tiene la forma de África y que llega al suelo.

Ni siquiera me he terminado el primero cuando mis manos, con el modo automático en marcha, ya están rulándose otro más. Decido no encender la tele, simplemente me quedo mirando la pantalla apagada en la que se refleja el salón con forma de ojo de pez. En medio de ese cuadro absurdo me encuentro yo, deformado, con la cabeza que parece a punto de estallar. Ni el espejo mas limpio de la casa podría reflejarme mejor en este momento.

No me termina de quedar muy claro el porqué de llevar más de ocho meses en este plan. Creo que en algún momento decidí desconectar de todo para poderlo añorar. Pero claro, también apareció la idea del cáncer, la hipocondría idea de la ENFERMEDAD con mayúsculas.

Mirando en el reflejo también veo la gran humedad con forma de África y pienso en el símil estúpido de la situación. Por supuesto que este modus vivendi no ayuda para nada con la hipocondría ni con la humedad. Doy una calada y pienso “procura no pensar en la enfermedad”.

Y para no pensar en ella me dirijo a la habitación dando tumbos y decido machacar mi cerebro con decibelios excesivos de Drum and Bass...


Ya está el cabrón de arriba con el puto “chunda-chunda”.

El Padre, sentado en medio de la mesa escupe literalmente un garbanzo a medio masticar mientras suelta la palabra “chunda-chunda” termino acuñado por si mismo para referirse a toda la música que el vecino escucha. El garbanzo vuela a cámara lenta y va a parar en el plato del Niño, que abre los ojos tanto como puede. Se levanta indignado y con cara de asco, tirando la silla de golpe tras el violento retroceso, se dirige a grandes zancadas a su cuarto y tras dejar una estela en el pasillo cierra de un portazo anunciando que ha llegado a su habitación y no quiere ser molestado.

¡Niño, cuantas veces te tengo que decir que no se dan portazos en esta casa!, grita el Padre soltando la cuchara y pegando fuertes palmadas en la mesa.
Cállate que no me entero... dice la Madre con la mirada absorta en la televisión que preside el centro del salón.

El Padre la mira con odio, sin encontrar una pizca del amor que dudosamente alguna vez profesó a la ballena que está sentada en el sofá y que no para de engullir sin dejar de mirar la tele. Ya que no ha conseguido provocar una pelea por gritarle al Niño, decide atacar el único punto que realmente le duele a la Madre. Le quita el mando que tiene posado en las piernas de un zarpazo y cambia rápidamente a los documentales de la Dos que ni él soporta.
La Madre lo mira indignada y le pega un puñetazo en el hombro.
Que estaba viendo eso gilipollas. Por eso se refería al reality show de turno. Una sonrisa maliciosa asoma en el rostro del Padre, ya ha encontrado la excusa perfecta para mantener una discusión a gritos que durara el resto de la tarde.

El Niño lee tumbado en la cama de su habitación, pero su burbuja explota en cuanto escucha los gritos que provienen del comedor. Coge el Mp3 de su mesilla de noche y se calza los auriculares poniendo a todo volumen la misma canción que escucha su vecino en ese momento.

Baila tratando de olvidar los gritos, tratando de olvidar la enfermedad.

miércoles, 29 de julio de 2009

Qué felices, qué caras más tristes.

En un bar oscuro, mal ventilado y con música a decibelios tan altos que superan con creces lo permitido por la ley, se congregan cada fin de semana los mismos crápulas nocturnos, vampiros emocionales y posmodernos que siguen la máxima de “cuanto mas underground, más cool”, que comparten la misma pasión por la decadencia y las malas compañías a partes iguales. El trance más psicodélico se emite a través de los enormes bafles acompasados por los movimientos de cabeza del DJ residente de turno y que parece no envejecer nunca.

Sus caras sonríen y sus cuerpos bailan como pueden y como su estado les permite, aparentemente todos son felices, todos son estupendos y, por qué no, tal vez se crean inmortales, vividores del momento que piensan que perdurará eternamente.


Sin embargo, no todos son tan felices como aparentan. Bajo su media sonrisa, Joan mira de reojo a Clara, que tras haberle rechazado en los lavabos se ha puesto a bailar con Raúl, preguntándose que coño tendrá ese yonki de pacotilla que apenas se tiene en pie para que la vuelva tan loca, a su vez Raúl, sonríe porque piensa que se encuentra en Oz y que está jugando una partida de Scrabble con Totó y que éste, por increíble que parezca le va ganando, mientras agita sus manos hacia el techo y se mueve como un espectro.


Casi de una patada entra Andrés que tras discutir durante cuarenta minutos por el móvil con Rosa, su pareja, va directamente hacia la zona de los sofás donde Antonio, Pilar y Leire están sentados alrededor de una pequeña mesa de cristal en la que están volcados sobre una bandeja de metal un par de gramos de coca, dos tarjetas de crédito de La Caixa y un turulo metálico.


Andrés se sienta casi de un salto en el puf rojo y sin mediar palabra coge las tarjetas de crédito y aparta un montón del todo. “Hazme una” dicen los tres al instante, impulsados por un resorte gigante de marca Acme.

Echa un vistazo rápido los tres y sonríe a pesar del cabreo que lleva. “¿Tienen hambre los niños?” Y aparta otro montón un poco mas grande del todo, que amenaza con desaparecer en dos o tres sentadas mas.

  • Hazte también un chino. Dice Antonio

  • ¿Algo más querrán los marqueses?

  • ¿Una masaje en los pies? pregunta Leire con tono zalamero, quitándose las sandalias y poniéndole los pies sobre las rodillas de Andrés que los quita inmediatamente de un manotazo.

  • Dejalo que está de mala leche. No ves que se ha pegado mas de media hora discutiendo con la novia.

Pilar conoce a Andrés desde hace tanto que conoce cada gesto de los muchos motivos por los que se enfada a lo largo del día y previene a Leire para que no siga con la broma y la cosa pase a mayores.


En cuestión de dos movimientos ágiles de manos, Andrés prepara las cuatro rayas, se mete su parte correspondiente y se levanta de un salto.

  • ¿Y el chino?, pregunta con fastidio Antonio.

  • El chino te lo haces tú.

  • Anda hijo, pero que borde que eres... que estés puteado no significa que nos tengas que joder la noche a los demás.


Andrés mira a Leire con rabia, durante un momento duda en si mandarla a la mierda y provocar una discusión con ella durante el resto de la noche o por volver a salir a la calle y llamar de nuevo a Rosa para ver si llegan a alguna conclusión. Finalmente opta por la segunda y sale escopeteado por la puerta.


Leire, seguida por Pilar, seguido por Antonio, esnifan sus respectivas rayas y vuelven a acomodarse en el sillón. Antonio mira con rabia el montón. Después de dos días de fiesta y una cantidad criminal de rayas, lo que más le apetece en el mundo, lo único que necesita en este momento, su necesidad vital, su deseo, su agonía su angustia es estar tumbado y seguir el ritmo de los bajos que acompasan su frenético corazón mientras saborea la cocaína bajar por su garganta aspirando las caladas del chino, eso es lo único que necesita y le fastidia volver a comenzar el ritual...da un largo suspiro y vuelve a incorporarse en su posición, coge una tarjeta y una punta de coca que extiende en una linea, toma un cigarrillo del paquete de Marlboro que tiene en su bolsillo derecho y lo humedece con la lengua desde la punta hasta las correspondientes letras.

Aplasta suavemente el cigarrillo por la parte húmeda y luego lo calienta un poco todo con el mechero, hasta que el conjunto queda unido y seco. Lo enciende y se vuelve recostar en el sofá. Emitiendo un largo suspiro de alivio y volviendo a sonreír.


Raúl, con los ojos cerrados, pasa junto a la mesa, Pilar se da la vuelta lo coge del brazo y le hace sentar en el sillón junto a ella. Éste, sin percatarse del cambio de emplazamiento sigue con la partida, apunto de ganar a Totó.


  • ¿Dónde estás cariño?

  • Siguiendo el camino de baldosas amarillas.- Responde Raúl abriendo los ojos de par en par cuando termina la frase y mirándolos a todos con asombro, tardando un segundo en reconocer quién cojones es toda esa gente. Acto seguido, empieza a reír a carcajadas dándose palmadas en la pierna. - ¡Estaba jugando al Scrabble con Totó!

  • Uf, vaya como va este. ¿Que te has metido hijo? ¿Tienes más?, pregunta Antonio con ansia, volviendo a incorporarse de un salto.

  • Tripis, un par y setas, creo. Aunque no estoy seguro del todo, a lo mejor era una lata de champiñones que estaba por ahí....


Antonio se vuelve a recostar, Leire asume el papel de Andrés y comienza a apartar rayas.


  • ¿Tu quieres nene?, pregunta a Raúl, que afirma con la cabeza y le da un pico a Leire en señal de agradecimiento.

  • Y un chinico para mi otro niño.

  • Como me conoces guapa.


En ese momento aparece Antonio con la cara más aliviada, mostrando media sonrisa. Se sienta junto a Leire y le pide con un gesto que le haga una.


  • Ahora no, por borde.

  • ¿Y si te hago un masaje en los pies?

  • Eso es otra cosa.

Leire sonríe complacida y, tras darle un beso en la mejilla a Antonio, aparta una línea más. Una vez terminadas, todos absorben por turnos como si de aspiradoras de la mas alta tecnología se tratase sus saturadas fosas nasales.


  • Alerta general, esto se acaba.- Informa nervioso Antonio.

  • Pues habrá que ir a por más. ¿Quién se apunta?

  • Uf, que palo, la cosa es que me apetece más pero me da mucho palo moverme. Por cierto, ¿ habéis hecho las paces tú amor y tú?, pregunta Pilar sabiendo la respuesta.

  • Lo hemos dejado en empate técnico, mañana cuando llegue de currar iremos a por el segundo asalto. Responde de mejor humor Andrés.

  • Es que tiene delito que la pobre curre mañana y tú estés aquí metiéndote rayas sin parar, yonki, que eres un yonki.... - dice Antonio señalando con dedo indice acusador – Entonces que, ¿vamos a por mas?

  • Venga me apunto, dice Leire levantándose de un salto que le hace perder el equilibrio y volver a sentarse otra vez.

  • Yo también voy.

  • Pues os dejamos solos parejita.

Mientras Antonio termina la frase se prepara cinco rayas pequeñas acabando con los suministros y lamiendo el envoltorio de plástico en la que los mismos se encontraban. Aspersión por los quintillizos viciosos en abrir y cerrar de ojos. A los pocos minutos se despiden de Pilar y Raúl que siguen sentados en el sofá. Éste, la mira a los ojos y pregunta:


  • Bueno Dorothy, ¿quieres venir con el señor de hojalata al maravilloso mundo de Oz? - Mostrando un pequeño trozo de cartón cuadrado que acerca suntuosamente hacia la boca de Pilar, que separa lentamente los labios y saca la punta de su lengua. Raúl deposita el tripi y acto seguido comienzan a besarse apasionadamente.

Clara, de pie, en la retaguardia mira la escena con rabia. Se da la vuelta y sale del local dando un portazo dejando una estela invisible de su cuerpo. Joan va detrás para consolarla y tratar de hacerle ver que ese tipejo no se la merece y, tal vez, insinuarle que a ella le conviene alguien como él.


Andrés, Leire y Antonio, salen de un portal absorbiendo por la nariz, caminan por la calle dirección al bar con los bolsillos cargados de nieve.