martes, 23 de febrero de 2010

Jippi Joe y la hoja en blanco.

Jippi Joe puede hacerlo. Jippi Joe está delante de una hoja en blanco y sabe que puede hacerlo. Recuerda una redacción que hizo en el colegio, un cuento de apenas dos páginas. Hablaba del destino, de sueños premonitorios, y se llamaba “Sueños cruzados”. Recordaba el título y que era realmente malo pero que había hecho algo, había ideado algo y lo había escrito. Jippi Joe podía repetir eso; quería repetir eso. Sabía que había algo en su interior revolviéndose. Jippi Joe mira la hoja en blanco y sufre una amarga mimetización con ella, su mente se volvía blanca, como él se imaginaba la nada, aunque al ser la nada carente de toda cosa debería ser algo así como negra, pero el se la imaginaba blanca, como su cabeza, como la hoja. Él sabía que había algo dentro pero intentar buscarlo era como intentar mirar fijamente las manchas de los bordes de los ojos, esas que se escapan una y otra vez. Jippi Joe tiene 19, y como cualquier chico de esa edad si se lo propone aún tiene algo que decir, por muy idiota que sea. Como aquellos poemas que escribió a los 16 para una chica, eran simples, empalagosos y super-edulcorados pero, aún así, se destilaba el poso de algo escrito con las entrañas, con el corazón, con el alma, con la loca rebeldía romántica de la adolescencia, y a los 19 aún quedaba algo de todo eso. Así Jippi Joe vuelve de la nevera con una cerveza de las que su padre reservaba para los domingos y se sienta frente a la hoja en blanco. La dejó pringada tras vomitar algo de su alma juvenil en ella.

Jippi Joe está autocompadeciendose. Jippi Joe está delante de una hoja en blanco. Autocompadecerse es una palabra como fuegos artificiales, mucho ruido y al final, solo humo. ¿No es acaso lo mismo decir compadecerse? No sé, no soy lingüista. Jippi Joe está a un mes y 14 días de cumplir los 30. Jippi Joe está desnudo delante de la hoja en blanco. Bebe Vodka 7 como su autor favorito y se escuda en algo que leyó en uno de sus libros “Nadie con menos de 30 tiene nada que aportar a la literatura” o algo así. Así está Jippi Joe cuando recuerda a esa profesora que creía que hay que alentar a todos los alumnos, decirles a todos y cada uno de ellos que son especiales. El que quiere puede y tu quieres y puedes. ¿Por qué si quería y podía no era capaz de ver las manchas en los arrabales de sus ojos? Todo era estúpido y absurdo. ¿Absurdo? Algo sobre lo que escribir. Y Jippi Joe desnudo y borracho escribe.

Jippi Joe tiene 64 y medio. Ha llegado lejos. Gracias al tirón de su novela "¿Absurdo? Con dos hielos", Jippi joe ha conseguido ir tirando a base de relatos y artículos en diferentes revistas aparte de coloquios, charlas y debates que se repartieron lo suficiente para no morir de hambre en estos años. Jippi Joe está delante de una hoja en blanco y todo lo que puede pensar es en la noche en que la conoció. Hace tanto tiempo que se fue que casi no puede recordar lo que era dormir abrazado a ella pero aquel olor, aquella boca devorándolo y siendo devorada, aquella mirada antes, en la presentación de su libro, y aquel vestido corto. Jippi Joe no recuerda el día en que se fue, no recuerda nada de aquel día excepto el ruido del portazo. Jippi Joe no se extraña de que se fuera. Jippi Joe sabe que no le queda mucho ni le queda nada. Jippi Joe fuma un cigarrillo mientras mira la hoja en blanco y recuerda algo que le dijo alguien alguna vez: lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. Jippi Joe no se preocupa, no podía pero quiso y mira la hoja en blanco con una sonrisa amarga. Solo queda el testamento y ya no tiene edad de merecer así que no va a andarse con rodeos. Jippi Joe mira fijamente la hoja en blanco mientras apaga el cigarrillo en el cenicero. Jippi Joe da un trago al Vodka 7 y enciende otro cigarrillo mientras sigue mirando fijamente la hoja en blanco. Jippi Joe da una calada bien profunda al cigarrillo y se enfrenta por última vez a la hoja en blanco.

Mr. J.J. White