lunes, 10 de agosto de 2009

Raquel se despierta en una habitación desconocida, mira a su alrededor y puede observar una estancia de madera, paredes y suelo, sin ningún mueble mas en la misma que la cama en la que se encuentra, en el suelo; botellas rotas y una cantidad ingente de colillas de cigarrillo. La habitación huele a humo y polvo…cuando Raquel trata de incorporarse, sufre un espasmo de dolor que tiene comienzo en la cabeza y desciende hasta la punta de los dedos… por unos instantes siente que no le llega el oxigeno a la cabeza, el palpitar de la sangre le produce la sensación de que le va a explotar la sien…lanza un alarido rabioso…. ¿qué hace ella allí? vuelve a incorporarse, posa sus pies descalzos en el suelo, vigilando no cortarse con los numerosos trozos de cristal desperdigados por la sala…Raquel camina hasta la única ventana de la habitación, la abre y lo que tiene enfrente es una enorme sala, con paneles de madera pintados como edificios, está en un plato…aun así escucha las olas del mar, una suave brisa refresca su cara y purifica el caldeado aire de la habitación…pierde su mirada en uno de los paneles que tiene enfrente….
- Perfecto Miriam, te ha quedado una actuación excelente, repetimos una más para asegurarnos, ok?
Raquel da un brinco al escuchar la voz que retumba en la habitación, mira para todas partes y en la parte de arriba, donde debería haber un techo, observa cuatro o cinco focos apuntándola directamente y un tipo sentado en una silla con un megáfono….Raquel pierde el equilibrio, da un traspié y la base rota de una botella con una afilada punta en uno de sus extremos va a parar justo en el interior de su talón derecho… ¿Quién es Miriam? ¿Y porque nadie le explica a Raquel que cojones hace allí?

viernes, 7 de agosto de 2009

Es el noveno día consecutivo sin salir de casa, sin cambiarme de ropa y durmiendo en el incomodo sofá del salón, ya que cuando llega la noche, estoy tan fumado que no me puedo ni levantar.

Al abrir los ojos, lo primero que veo desde mi vertical posición, es la bolsa henchida de orgullo y cogollos. Asomando una rama por la única abertura de su hermético envase.

Me entra una arcada, me incorporo y pongo las manos en la boca en forma de “X”, salgo disparado al cuarto de baño, tropezando previamente con latas de cerveza, botellas de vodka y cajas de pizza vacía. Consigo meter la cabeza en el váter y echo la papilla convulsivamente, la frente me gotea sudor, siento una ola de calor desde los mas profundo de mi estomago y al olfatear el aroma del cuarto de baño (meado-mugre) otra gran arcada rezuma de lo mas hondo de mis entrañas y sale en forma de baba transparente y pegajosa. Hace varias semanas que esto me ocurre... procura no pensar en el cáncer, procura no pensar en la enfermedad... Me incorporo dando tumbos y vuelvo al sofá en el que me dejo caer como si fuese un cadáver.

En ese momento llaman al timbre. Ni me molesto en abrir.

Me siento exhausto y el día no ha hecho mas que empezar. Miro la bolsa de reojo sé que si me fumo uno perderé el resto de la tarde pero las arcadas desaparecerán.

No me doy cuenta y ya tengo el porro hecho y me peleo con un mechero Clipper que no quiere encender. Miro a la pared que tengo delante, una gran humedad recorre la cara norte de ésta, al principio comenzó siendo una minúscula mota que ahora tiene la forma de África y que llega al suelo.

Ni siquiera me he terminado el primero cuando mis manos, con el modo automático en marcha, ya están rulándose otro más. Decido no encender la tele, simplemente me quedo mirando la pantalla apagada en la que se refleja el salón con forma de ojo de pez. En medio de ese cuadro absurdo me encuentro yo, deformado, con la cabeza que parece a punto de estallar. Ni el espejo mas limpio de la casa podría reflejarme mejor en este momento.

No me termina de quedar muy claro el porqué de llevar más de ocho meses en este plan. Creo que en algún momento decidí desconectar de todo para poderlo añorar. Pero claro, también apareció la idea del cáncer, la hipocondría idea de la ENFERMEDAD con mayúsculas.

Mirando en el reflejo también veo la gran humedad con forma de África y pienso en el símil estúpido de la situación. Por supuesto que este modus vivendi no ayuda para nada con la hipocondría ni con la humedad. Doy una calada y pienso “procura no pensar en la enfermedad”.

Y para no pensar en ella me dirijo a la habitación dando tumbos y decido machacar mi cerebro con decibelios excesivos de Drum and Bass...


Ya está el cabrón de arriba con el puto “chunda-chunda”.

El Padre, sentado en medio de la mesa escupe literalmente un garbanzo a medio masticar mientras suelta la palabra “chunda-chunda” termino acuñado por si mismo para referirse a toda la música que el vecino escucha. El garbanzo vuela a cámara lenta y va a parar en el plato del Niño, que abre los ojos tanto como puede. Se levanta indignado y con cara de asco, tirando la silla de golpe tras el violento retroceso, se dirige a grandes zancadas a su cuarto y tras dejar una estela en el pasillo cierra de un portazo anunciando que ha llegado a su habitación y no quiere ser molestado.

¡Niño, cuantas veces te tengo que decir que no se dan portazos en esta casa!, grita el Padre soltando la cuchara y pegando fuertes palmadas en la mesa.
Cállate que no me entero... dice la Madre con la mirada absorta en la televisión que preside el centro del salón.

El Padre la mira con odio, sin encontrar una pizca del amor que dudosamente alguna vez profesó a la ballena que está sentada en el sofá y que no para de engullir sin dejar de mirar la tele. Ya que no ha conseguido provocar una pelea por gritarle al Niño, decide atacar el único punto que realmente le duele a la Madre. Le quita el mando que tiene posado en las piernas de un zarpazo y cambia rápidamente a los documentales de la Dos que ni él soporta.
La Madre lo mira indignada y le pega un puñetazo en el hombro.
Que estaba viendo eso gilipollas. Por eso se refería al reality show de turno. Una sonrisa maliciosa asoma en el rostro del Padre, ya ha encontrado la excusa perfecta para mantener una discusión a gritos que durara el resto de la tarde.

El Niño lee tumbado en la cama de su habitación, pero su burbuja explota en cuanto escucha los gritos que provienen del comedor. Coge el Mp3 de su mesilla de noche y se calza los auriculares poniendo a todo volumen la misma canción que escucha su vecino en ese momento.

Baila tratando de olvidar los gritos, tratando de olvidar la enfermedad.